Por los uniformes y zapatos una deuda para toda la vida

Los del actual régimen adquieren la deuda, se la gastan a su antojo y en su provecho, no dejan obra permanente o beneficios tangibles para los pobladores, pero es a estos a quienes les tocará hacer los pagos

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La triple hélice del desarrollo

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2013-06-27 6:02:00

Si un niño nace hoy en El Salvador, tendrá sesenta años cuando el país haya pagado la deuda acumulada desde finales de la confrontación armada, lo que incluye los casi cinco mil millones de dólares de la deuda asumida por el actual régimen.

Hay que recordar las causas por las cuales los tres primeros gobiernos de ARENA adquirieron deuda en montos importantes: el objetivo fue la reconstrucción del país, recomponer a El Salvador de los destrozos perpetrados por la guerrilla en los casi doce años de ataque, más los perjuicios causados por las políticas impuestas por el primer régimen de izquierda, el duartista, que dejaron a la agricultura destrozada, las finanzas en bancarrota, la producción en retroceso y la economía por los suelos.

Los niños de hoy, a quienes el régimen les “regala” uniformes y zapatos adquiridos con dinero de los contribuyentes, no fondos propios, llegarán a la edad de su retiro sin terminar de pagar el dinero que despilfarra el régimen.

Cada salvadoreño tendrá un “socio invisible” que meterá la mano en sus bolsillos de manera permanente: cuando reciba su salario, cuando compre sus alimentos, cuando tome un préstamo para pagar la prima de su casa o de su automóvil.

ANEP señala lo más grave: la deuda suscrita en los últimos cuatro años no ha traído beneficios tangibles al país, ni ha dejado obra perdurable realizada o que, en alguna medida, haya mejorado el empleo, la calidad de vida de la gente y el desarrollo económico.

Los únicos aprovechados son los miembros del partido comunista, de sus parentelas y de sus “amigatelas”.

Enfrentando el futuro

endeudados y desprestigiados

Volvamos al único programa del que se ufana el régimen: los repartos de zapatos y uniformes, los repartos de paquetes de semillas y el pago de cheques a algunas personas de la tercera edad, todo lo cual se va en consumo.

No hay nada más efímero que los zapatos y los uniformes de los niños; esa es la gran realización, la pensada cumbre, el aporte supremo de la actual presidencia a los salvadoreños.

El endeudamiento está llegando al punto de “no retorno”, en el que por más que el país trabaje y ahorre, no podrá nunca salir del agujero. Es lo que viven decenas de miles de salvadoreños que caen en las garras de prestamistas y que se quedan, de por vida, pagando intereses sin lograr nunca cancelar el capital de la deuda.

Es la clase de esclavitud que asfixia, que no deja progresar, que hunde a la gente en la pobreza que no tiene término.

El endeudamiento es una forma de “derrochemos hoy para que tú pagues después”: equivale a saquear el futuro económico, social y humano de los salvadoreños.

Los del actual régimen adquieren la deuda, se la gastan a su antojo y en su provecho, no dejan obra permanente o beneficios tangibles para los pobladores, pero es a estos a quienes les tocará hacer los pagos. Si sobreviene una catástrofe natural, el país no va a tener una disponibilidad de crédito para resarcirse de perjuicios y daños, como es reconstruir puentes o recuperar infraestructura.

Como además los créditos pagan un sobreprecio por el descenso del rating de El Salvador, cuyos papeles están casi a “nivel basura”, a los productores les será más costoso financiar su crecimiento para competir con éxito en los mercados internacionales.