Las composiciones pictóricas en cuadros y cerámicas del artista visual salvadoreño Carlos Mejía muestran rostros, cuerpos y elementos de la naturaleza en primeros planos como una búsqueda de remembranzas del pasado ancestral de su natal El Salvador, del que emigró en la década de 1980 para radicar en Estados Unidos.
En estos días el pintor realiza una visita al área metropolitana de Washington para promocionar su obra y como un esfuerzo “para mostrar que tenemos una oferta cultural interesante también en momentos que se discute mucho nuestra presencia aquí como inmigrantes”, comenta.
Mientras extrae de las cajas los jarrones de cerámica con finos acabados e intensos colores en las pinturas, el ceramista y pintor que inició sus cursos de dibujo y pintura en los talleres de la Escuela Nacional de Artes Gráficas, en la década de 1960, comenta que buena parte de su obra se ha ubicado fuera del país por sus propias andanzas en Europa y Estados Unidos.
Esta vez llegó al área de Washington para participar en una seria de ferias de artes que realizan condados y ciudades del área de la capital estadounidense, donde según el artista se logra un contacto directo con la gente para apreciar y obtener sus obras.
Mejía viajó con su cargamento artístico desde el estado de Florida, donde tiene su residencia desde mediados de los años 90, no obstante, reconoce que él adoptó a Virginia como su segundo hogar, pues ahí vivió por más de 15 años, donde además de la pintura tuvo que ejercer en área de ingeniería de mantenimiento de edificios.
Sobre los cuadros pintados con lápices de óleo, que reflejan desde tonalidades de grises y terracotas hasta llegar al espectro de la gama cromática con colores más sólidos, el pintor explica que con ello busca imprimir un tono misterioso y mágico a sus piezas.
Sobre las cerámicas agrega que es quizá el único en el mundo que además de tallar los jarrones y otras piezas tridimensionales también realiza piezas en cerámica para enmarcado, bajo un delicado proceso de crear en gran formato el soporte en cerámica donde estampa la obra pictórica que luego es puesta en un cuadro como un lienzo.
“El proceso para las cerámicas comienza desde cero. Lo hago todo, desde el diseño de las piezas, la pintura y el horneado”, comenta mientras muestra desde pequeñas piezas decorativas que en precio de feria oscilan entre los $60 y $400.
En sus cuadros también explica que ha creado series procesadas en imprenta, a manera de grabados, con la firma del artista y enumerados, para tener opciones de precios más accesibles para el público en general, cuadros que son apetecidos en este tipo de circuitos de artes, explica.
La obra de este artista, cuyos catálogos muestran variadas exposiciones individuales y colectivas, además de tener dispersa su obra en colecciones privadas en Estados Unidos, Canadá, El Salvador y los países europeos, también posee obra en la colección del Instituto Smithsonian en Washington DC.