El espionaje y la vida privada en el mundo moderno. ¡Escándalo!

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Presidente Mauricio Funes durante el programa radial sabatino abordó variados temas de la realidad. Foto EDH / cortesía

Por Por Ricardo Chacón *

2013-06-22 6:05:00

Pareciera que se trata de una película de ciencia ficción, alejada de nuestro diario quehacer; sin embargo, no es un filme ni un cuento, es un hecho contemporáneo que ha dejado con la boca abierta a propios y extraños.

De alguna forma teníamos la sospecha de que eso del espionaje era una realidad, lo que no imaginábamos es que tenía grandes dimensiones y que toca a miles y miles de personas que son escuchadas en lo que hablan por teléfono, lo que envían por correo electrónico y lo que dicen en sus grupos de redes sociales… y no se diga el contenido de sus cuentas bancarias, sus expedientes médicos e incluso conversaciones íntimas. Esta información no sólo es conocida sino también sistematizada y analizada a nivel internacional con fines de detección de posibles atentados terroristas, pero que también rozan con la lucha política y partidaria.

El espía confeso, Edward Snowden, antiguo trabajador de la agencia de seguridad estadounidense, NSA, esta semana hizo nuevas revelaciones al periódico inglés, The Guardian. Al respecto reveló que la agencia de espías británica, la GCHQ, ha pinchado los cables de fibras ópticas que conducen las comunicaciones mundiales y el tráfico de Internet y, lo más novedoso, comparte la información con la agencia estadounidense.

Dicho en pocas palabras: ¡gran escándalo! porque las agencias estadounidenses espían a todo el mundo, incluso al mismo presidente Obama a cuyo correo electrónico podían ingresar. Ahora resulta que otros países colaboran en esta tarea para esculcar la vida de miles y miles de hombres, mujeres, empresas, instituciones y otras entidades, en el planeta.

Tal como lo dice Snowden, entrevistado por The Guardian, “la NSA ha levantado una infraestructura que le permite interceptar prácticamente todo y capturar la mayoría de las comunicaciones humanas de manera automática y sin seleccionar los objetivos.

Si, por ejemplo, yo quiero ver los correos electrónicos o acceder al teléfono de alguien, lo único que necesito es usar métodos de interceptación que me permiten obtener correos, contraseñas, historiales de teléfonos, datos de tarjetas de crédito, etc.”.

En El Salvador, que yo sepa, no existen las condiciones que lleguen a tales niveles de tecnificación para espiar en forma masiva. Según lo ha denunciado el mismo Fiscal General de la República, lo que existen aquí son varias agrupaciones que “pinchan” los teléfonos de sus adversarios, nos imaginamos, con objetivos políticos partidarios-propagandísticos y, por supuesto, los famosos “seguimientos” físicos y los “orejas” de oficio que, al igual que antes, los de Orden, siguen oyendo cosas para contárselas a otros que supuestamente procesan los datos para saber qué hacen los contrarios o enemigos políticos. Pero la dimensión que ha denunciado Snowden sobre el espionaje en los países desarrollados es de otro nivel, asusta.

En este contexto, el punto que quiero remarcar este día es que el nivel de espionaje de alta tecnología y masivo como ocurre en Estados Unidos o Europa o el trabajo de pinchar teléfonos y la labor de los “orejas” profesionales en El Salvador, enfrenta al menos dos dilemas, a saber: uno, lo privado y lo público de las personas, particularmente hasta dónde el Estado y sus tentáculos oficiales, oficiosos, clandestinos, legales o no, tienen derecho o no para invadir la privacidad de las personas, enterarse hasta de los más íntimos secretos de los ciudadanos.

Y dos, el ingresar a la vida privada y pública de las personas so pretexto, válido o no, verdadero o no, de salvaguardar la seguridad de la sociedad es un delito si no está de por medio la autorización de un juez para hacerlo.

El terrorismo es, en la actualidad, es una amenaza latente, su combate requiere de mucha inteligencia (lo que justifica el espionaje) y, sobre todo, la capacidad de desbaratar las redes del crimen que ahora utiliza también la tecnología de punta de los sistemas de comunicación.

¿Qué hacer ante esta realidad? Estoy seguro de que las instituciones, las leyes y la razón deben estar por encima o, al menos, controlar estos procesos, de lo contrario, el espionaje se convierte en el instrumento de poder de unos pocos, con la intención, no de combatir el delito, el crimen organizado, el narcotráfico, el terrorismo, sino para hacer prevalecer intereses de grupo, de partido o, lo que es peor, banalidades individuales. Ojo con esto último.

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com