La avenida Seymour, en Cleveland, jamás volverá a ser la misma luego de que se descubriera que dentro de una de las casas del barrio las violaciones sexuales, torturas y la privación de libertad eran el diario vivir de tres chicas víctimas de Ariel Castro, quien las mantuvo en cautiverio durante 10 años.
La indignación y el morbo popular han acrecentado la atención en torno al victimario (Castro) cuyo futuro aún es incierto.
Constantemente salen a la luz nuevos hallazgos en torno al caso, pero sobre todo a su conducta que si bien no la justifican, sí explican su macabro proceder. Prueba de ello fue una carta que encontró el FBI, en donde Castro afirma que fue abusado sexualmente en su infancia, suceso traumático que explicaría su enfermizo proceder.
Según expertos en psicología, es común que una persona que haya sido víctima de abuso sexual o psicológico adopte en un futuro la conducta de su agresor, aunque, explican que no es un patrón que siempre se refleje en las víctimas.
“Dado que el secuestrador fue violado en su infancia, explica que en este caso se puede hablar del fenómeno que se conoce como ‘identificación con el agresor’. Esto es que las víctimas terminan identificándose con sus agresores y al final terminan teniendo conductas parecidas (…) Terminan haciendo las cosas que les hicieron a ellos… Terminan pareciéndose a las personas que les hicieron daño”, explica el psiquiatra José María Sifontes.
Un estudio realizado por el psicólogo estadounidense Jay Frankel, explica este tipo de comportamientos basado en la teoría de Sándor Ferenczi, médico y psicoanalista húngaro. Afirma que cuando nos sentimos agobiados por una amenaza ineludible, nos “identificamos con el agresor”. Con la esperanza de sobrevivir, sentimos y nos “convertimos” precisamente en lo que el atacante espera de nosotros, en cuanto a nuestra conducta, percepciones, emociones y pensamientos. La identificación con el agresor está en estrecha coordinación con otras respuestas al trauma, incluida la disociación. A la larga, puede volverse habitual y llevar al masoquismo, a la hipervigilancia crónica y a otras distorsiones de la personalidad.
Otro de los datos que atrapó la atención mediática, fue que Castro se autodenominaba como un “un depredador sexual”, según la cadena WOIO de Cleveland.
Según WOIO, Ariel Castro también escribió que “están aquí contra sus deseos porque cometieron el error de subirse a un automóvil con un desconocido”.
Sin embargo, para José María Sifontes, estos actos no tienen justificación aún y cuando el perfil del abusador indique que alguna vez fue víctima. “La persona que tiene un problema de depredación sexual, es decir los pedófilos (en el caso de Ariel Castro), saben su problema porque no son retrasados mentales, son sociópatas y están plenamente conscientes. Padecen de un trastorno de control del impulso sexual, algo que no pueden controlar”.
De hecho, Jay Frankel explica en su estudio que también existen otros factores por los que una persona puede presentar este tipo de conductas. “La identificación habitual con el agresor también ocurre frecuentemente en personas que no han sufrido traumas severos, lo cual hace surgir la posibilidad de que ciertos eventos, generalmente considerados como no constitutivos de trauma, sean frecuentemente experimentados como traumáticos”.
El psicólogo estadounidense, basándose en Ferenczi, sugiere que el abandono emocional o el aislamiento y el estar sujeto a un poder superior, son eventos de esta índole.
Debido a la atención mediática, otros actores, como la madre del agresor, Lillian Rodríguez, se ha sumado al show asegurando que su hijo (Castro) está enfermo.
“Tengo un hijo muy enfermo, estoy sufriendo mucho, que las muchachas me perdonen”, dijo Rodríguez. Sin embargo, Frankel explica que la identificación con el agresor es una táctica típica de personas que se encuentran en una posición débil; como tal, desempeña un papel importante en la interacción social en general, explicó.
Mientras las investigaciones del caso continúan, Castro está encarcelado en la prisión del condado de Cuyahoga, en Cleveland.
Expertos en comportamiento concluyeron que es necesario realizar más investigaciones en el plano psicológico para determinar la salud mental tanto de las víctimas como del agresor y en función de ello establecer los tratamientos y terapias a seguir para mermar los daños y secuelas psicológicas.