¿Y por qué la Liga Española?

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El jugador de Manchester United, Rio Ferdinand, festeja un gol contra Swansea en la liga Premier. Foto EDH / AP

Por Por Marvin Galeas *

2013-05-15 6:01:00

El sujeto apenas sobrepasaba el metro y medio de estatura. Era propietario de una respetable barriguita cervecera que a duras penas encubría con una impecable camiseta del Real Madrid. En la parte trasera del uniforme llevaba el nombre de Ronaldo, sobre el número 7. En realidad en lo único en que el obeso treintañero se parecía al mítico portugués, era en ese peinado de olas sostenidas por dedazos de gelatina, que en algún momento pusieron de moda los empacadores de supermercados.

Los restaurantes llenos de televisores, hacen venta total cuando juegan el Real Madrid o el Barcelona y no se digan si juegan entre ellos. El Clásico. Entonces se multiplican por todos lados los más disímiles Cristianos Ronaldos, los Messis, Íkeres, Iniestas, Higuaines, algunos Pepes. Casi ningún Essien, eso sí, porque hasta la identificación con los héroes tiene límites.

Al día siguiente las portadas de los diarios, de los de acá, no traerán como madera las jugadas de un Osael Romero o de un Alejandro de la Cruz Bentos, no. Con suerte un recuadro en alguna esquina. La portada será Cristiano o Messi, dependiendo del resultado. Los editores no lo hacen por malinchismo, no hay que equivocarse y comenzar a juzgar injustamente. Es que se dan cuenta que se llenan más los lugares donde se transmite la liga española, que los estadios donde se juegan nuestro campeonato local.

¿Por qué? ¿En qué momento se fue apagando, más allá de la fiel ultra blanca y algunos llenos en el Quiteño (me duele lo del Águila) la pasión por el fútbol local? Y es que, los más jóvenes tienen que saber que efectivamente hubo una vez pasión por nuestro fútbol. Tiempos cuando Norberto Hueso, por ejemplo, era tan reverenciado y aclamado aquí como lo es hoy Cristiano. Sólo que al “Pajarito”, por quienes suspiraban las niñas setenteras, se le podía ver caminando, jeans, camisetas de colores y pelo largo, por las cercanías del McDonalds, del centro de la ciudad.

Recuerdo que una semana antes de la final de la temporada 78-79, entre FAS y Alianza, hubo una terrible epidemia de ansiedad en la afición santaneca. La estrella del equipo, el argentino Raúl Casadei, había viajado de urgencia a su país y había incertidumbre sobre su regreso a tiempo para el partido. No se habló de otra cosa durante la semana en los programas deportivos de las radios, oficinas, escuelas y barberías. Hasta se programaron misas para pedirle al cielo que el habilidoso centro delantero estuviera presente en el estadio.

Y, ya sea por las plegarias o por la estrategia del entrenador el español Fernández Segui, el FAS se coronó campeón con una destacada actuación de Casadei. Eso es historia. A la afición salvadoreña, en su mayoría, hoy le angustian las lesiones de Marcelo o de Xavi. Es un hecho, la liga española le comió el mandado a la liga local.

¿Por qué? Nuestros equipos fracasan una y otra vez en los torneos regionales. La Selecta acumula más decepciones que alegrías. Los estadios son inseguros. La mayoría de partidos son aburridos.

Por otro lado, hacerse aficionado del Real o del Barcelona garantiza más satisfacciones que frustraciones. Hay una necesidad sicológica en todos por estar con los ganadores. El fútbol que se ve, es de primerísimo nivel. La transmisión es en vivo y a través de sistemas de alta definición. Se disfruta mientras se está en casa o en algún bar o restaurante bajo techo y aire acondicionado y con posibilidades de ver una y otra vez las mejores jugadas.

Y no sólo eso. El espectáculo va más allá del fútbol. Se trata de un concepto visual de una estética totalizante: estadios impresionantes, en donde se ve un público educado, canchas como mesitas de billar, jugadores que además de jugar bien tiene que verse bien, uniformes vistosos hechos por diseñadores, entrenadores (pobre nuestro “Bochinche”) delgados, enfundados en trajes de siete mil euros. Hasta los árbitros parecen modelos de Ferra Gamo.

No es extraño, pues, la euforia de fin de semana del gordito enfundado en la camiseta de CR7 y no en una naranja y negra del Águila. No deja de dar tristeza.

* Columnista de El Diario de Hoy.

marvingaleasp@hotmail.com